Me encuentro en una esquina de mi habitación, mi mirada yace perdida en la alfombra
persa que mamá compro cuando salió en un
de sus viajes de “negocios”, veo mis dedos, estos tiemblan al igual que mi
cuerpo, mi garganta arde como si se
encontrara en llamas, dirijo mi mirada a la pared en ella se encuentra un
espejo, levanto lentamente mi cabeza tengo miedo de lo que pueda ver… mi cara
desaliñada se encuentra, mis ojos se encuentran al limite están hinchados y
como dos gotas de sangre, debajo de ellos se encuentra una delgada capa color
negro gracias a las incesantes noches sin dormir, mi nariz roja e irritada, mis
labios pálidos como si fueran los de una estatua: blanco reluciente y fríos.
No aguanto más y desvió la mirada, las lágrimas amargas no tardan en hacerse
presentes, las retiro lo antes posible con la manga de mi suéter, odio llorar.
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